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    La solidaridad y la desobediencia vuelven a ser criminalizadas

    El pasado 27 de julio la policía llevó a cabo en Thessaloniki, Grecia, el desalojo coordinado de tres edificios que habían sido okupados para que algunas de las miles de desplazadas que se encuentran bloqueadas en Grecia pudieran habitarlos. Las personas que en ese momento se encontraban en los edificios recibieron tratos diferenciados: las migrantes no europeas fueron enviadas a campos de refugiados militarizados y las griegas y europeas fueron detenidas y encausadas, entre ellas dos militantes de Zabaldi. Este jueves 26 de enero se celebrarán dos de los tres juicios relacionados con estos hechos, con cargos de okupación y daños a la propiedad.

    Los tres proyectos, Orfanotrofeio, Nikis y Hurriya, dan respuesta al contexto europeo de cierre de fronteras y actitud xenófoba gubernamental. Nikis era un centro social okupado de largo recorrido que decidió empezar a acoger migrantes a partir del cierre de fronteras. Orfanotrofeio fue okupada en diciembre de 2015 con el fin de acoger desplazadas. Su almacén de alimentos, la farmacia y todo el material recopilado se perdieron cuando el edificio fue derruido tras su desalojo. Hurriya era un proyecto nuevo, llevaba tan solo dos semanas lleno de gente dedicada a las tareas de reconstrucción y adecuación para hacerlo habitable. Se trataba de un proyecto de convivencia y lucha conjunta, en el que vivirían personas del movimiento social y migrantes, sobre la base de la autogestión.

    En un país que ha sufrido, de manos del BM y el FMI junto con la propia UE, la mayor embestida neoliberal conocida en Europa; el movimiento social, tras pasar por la lucha en la calle, huelgas, organizarse en alternativas, un intento frustrado de cambiar las cosas ganando las instituciones y ver cómo su país se vende, todavía tiene fuerzas para desplegar una respuesta solidaria ejemplar a la llegada y bloqueo en Grecia de miles de personas que dejaron sus lugares de origen. Estos tres edificios eran una molesta muestra de una forma de entender la solidaridad entre pueblos que deja en evidencia, más si cabe, además de a los gobiernos, también a grandes ONGs y a ACNUR, cómplices colaboradores a la hora de impedir la libre circulación de las personas, y en el mejor de los casos colgarles la etiqueta de refugiadas hacinándolas en campos-prisiones que no respetan la vida ni la dignidad de las personas. Para el resto, la clandestinidad.

    En distintas ciudades griegas, en proyectos de okupación como estos tres que fueron destruidos el pasado verano, se entretejen relaciones entre locales y desplazadas trabajando codo con codo. Personas que se reconocen entre sí, que se alían frente a un enemigo común, frente a los mismos explotadores, los mismos que crean las guerras, los mismos que utilizan el poder mediático para mantenernos divididas a través de estereotipos "culturales". Desde la horizontalidad se abren grietas en los falsos muros que nos separan. Es todo lo contrario a la relación nosotros salvadores – ellas víctimas, propios del asistencialismo controlado, despolitizado.

    Y eso molesta. Al Estado no le gusta que la gente se organice por sí misma. Al destruir estos proyectos, se destruía el trabajo en que se había volcado el movimiento social en Thessaloniki en los dos últimos años. No se trataba solo de encausar a cerca de un centenar de militantes, sino de atacar al movimiento mismo. Además, el desalojo de estos edificios se hizo coincidir con el final del vergonzoso desmantelamiento del campamento no oficial del Pireo en Atenas. Bonita cortina de humo.

    Como decíamos, dos compañeras de Zabaldi estaban aquellos días conociendo estos proyectos de cara a la preparación de unas brigadas y fueron detenidas en el desalojo de Hurriya. Queremos hacernos eco del acto punitivo que supone el juicio que se celebrará el próximo jueves, que no es sino un ejemplo más de la represión que se ejerce sobre la solidaridad cuando ésta no se ajusta a los parámetros establecidos por los gobiernos, cuando las personas actúan por sí mismas, con toda legitimidad. Porque la solidaridad no se puede domesticar, la desobediencia es una herramienta fundamental a reivindicar y defender.

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