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    CRÓNICA DE LA BRIGADA GRECIA

    Nuestro segundo día completo en Grecia. Algunos proyectos conocidos y muchos otros que nos quedan por descubrir. Desde que llegamos y recorrimos la calles de Atenas nos dimos cuenta de la situación extrema que vive el país. dejada atrás la plaza Syntagma, tan conocida por las diferentes manifestaciones y protestas que se han celebrado allí y su pretendida grandiosidad, las aceras comienzan a descomponerse, los árboles y arbustos se apoderan de las calles, la gente desesperanzada pide cualquier cosa que le ayude a sobrevivir... son sólo las primeras consecuencias que vemos de un neoliberalismo salvaje que está ahogando a este pueblo poco a poco.

    Pero, pese a la cruda situación, sigue habiendo esperanza; la gente se organiza, continúa luchando, sembrando semillas para que crezcan alternativas en esta tierra desolada. Ejemplo de ello es el Teatro Embros, una imprenta ocupada en el que diferentes colectivos organizan un bar, una sala de exposiciones y un teatro en el que realizan obras de teatro, conciertos, charlas... todo de una manera autogestionada y asamblearia. Allí hemos tenido contacto con una organización cultural anarquista y una Casa de Mujeres que trabaja con mujeres refugiadas, ayudándoles en temas legales, dándoles apoyo psicólogico... y que han mostrado mucho interés por el trabajo que realizamos en Euskal Herria.

    También hemos encontrado otra iniciativa del pueblo griego, apoyada por activistas internacionales, repartiendo comida a unas 300 personas y ofreciendo servicio de lavandería al mismo tiempo que crean un espacio de encuentro e intercambio de las personas que acuden al mismo.

    Otra iniciativa, impresionante por su magnitud, es la clínica Ellinikó que visitamos ayer. Ésta está situada en un edificio dentro de una antigua base militar estadounidense; un espacio para la guerra ha sido transformado en un espacio de solidaridad y apoyo gestionado únicamente por personas voluntarias que hacen funcionar el centro mediante las donaciones que reciben y que, al no hacerse públicas, muchas farmacéuticas han dejado de enviar, dejando al descubierto toda la hipocresía que las envuelve.

    Hoy en día la clínica funciona, básicamente, como farmacia, aunque ofrecen algunos servicios de dentista y trabajo psicológico y psiquiátrico ya que el año pasado, gracias a las luchas llevadas a cabo, se consiguió que la sanidad griega atendiera a “todas las personas”, aunque las que están en situación irregular sólo tengan derecho a asistencia en caso de urgencia y muchas personas no puedan pagarse algunas de los tratamientos que aún no son gratuitos ni los fármacos que recetan en el hospital. Por eso, clínicas como ésta siguen siendo necesarias.

    Además, este verano han comenzado un programa de prevención realizando pruebas de cáncer de mama o de piel a cualquier persona que lo solicitara y ofreciendo alternativas alimentarias económicas a personas con diabetes. Igualmente, los medicamentos excedentes son llevados a diferentes campos, clínicas sociales o proyectos internacionales que que lo solicitan. En muchas ocasiones también han tenido que abastecer al sistema público ante su escasez de medios. En esta situación no se desperdicia nada.

    También hemos tenido contacto con la brigada que ha pasado el mes de agosto en los campos de Kyos y hemos podido intercambiar nuestras experiencias. Dos caras de una misma situación; la gente huyendo de conflictos y la pobreza generada por el capitalismo de ocidente y encarceladas en la sombra, y el pueblo que intenta parar esta rueda destructiva que decapita la vida.

    El martes conocimos diferentes iniciativas en forma de cooperativas de trabajo que surgen como alternativa al sistema capitalista y las relaciones de explotación sobre las que se construye. Por un lado, visitamos Synallois dedicada al comercio solidario, que surge como un proyecto de apoyo a las comunidades zapatistas y se desarrolla fomentando, además, el consumo sin intermediarios de producción local. Por otro lado, conocimos el espacio Lacandona que funciona como cafetería, librería, tienda de comercio solidario y punto de encuentro con actividades culturales y políticas de todo tipo. Finalmente, cenamos en el Pagkaki, cooperativa de trabajo que busca, no solo ofrecer producto local y solidario, sino crear unas relaciones horizontales e igualitarias en su organización, apoyar iniciativas y proyectos anticapitalistas y mostrar que otra forma de trabajar es posible, poniendo a las personas por encima de los intereses económicos.

    Nos queda mucho por ver, pero hemos podido sentir el carácter determinante de este pueblo y la solidaridad internacional. El cansancio se aprecia en muchos ojos, sin embargo, aún hay fuerzas para seguir luchando, y cualquier muestra de solidaridad es un granito más de fuerza para continuar en pie.

    Na synechisteí...

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